Han pasado dos meses y cinco días desde que ingresamos en
este caminar del Postulantado de la Orden de los Predicadores de la Provincia
de Santiago de México. Dos meses de conocer grandes personas que han pasado a
ser mis hermanos, con los que constantemente aprendo sobre la caridad, la
corrección y sobretodo la comunión que cada uno tienen con aquel que nos ha
llamado.
Dentro de este periodo no ha dejado
de tener eco en mi interior algo que un día uno de los frailes formadores nos
comentó: ¡jóvenes! -exclamó- ¡esperen grandes cosas! ¡Espérenlas de nuestro
Dios, de nuestra nación y de ustedes mismos! Estas palabras llenas de
amor, de esperanza y sobretodo de exhortación para creer en lo dichosos que
somos al ser llamados por Dios.
Sin caer en soberbia, ¿Y porque no? ¿Acaso no hemos sido llamados por un Dios infinitamente sabio para una labor que sólo un Dios Omnipotente
puede confiar a los mortales? Y te dijo: ¿Crees posible que El que te encargue
una obra sin entregarte todo lo que sea necesario para llevarla a cabo? ¿Acaso Dios
es el Señor que nos manda hacer ladrillos y después nos niega el barro con que
fabricarlos? ¡Claro que no! Entonces. Espera cosas muy grandes de nuestro
Dios, ¡porque eres una de sus almas elegidas!
Esta última frase me recuerda que no hace mucho tiempo el
fraile procurador de la casa de formación nos dijo en misa a los postulantes. Ustedes
son almas escogidas…
Y ahora te menciono: tú has sido seleccionados por el
Dios infinitamente sabio. Te ha seleccionado de entre todos los billones de
seres humanos que pueblan nuestra tierra, y te ha apartado para cubrirte de
poder y de jurisdicción, no sólo sobre el cuerpo místico de su Cristo, sino
también sobre su cuerpo físico. Te ha destinado para una dignidad que San Efrén
calificó de “infinita” y San Dionicio llamó “divina”, mientras que Cassiano
decía que un sacerdote “solo es inferior a Dios”. Pero San Bernardino de Siena
miraba más profundamente y veía con mayor claridad que “el poder del sacerdote
es igual que el poder de la Trinidad, porque lo que utiliza en la
transustanciación es lo que la Trinidad utilizó para crear el mundo: unas
palabras”.
Claro que esa dignidad sólo puede ser concedida a los que
El escoge. Y por eso te digo de nuevo y me recuerdo constantemente lo mismo: “¡Eres un alma escogida!” así que hagamos oración
los unos por los otros, a fin que no solo seamos llamados, sino los escogidos...
Pues la culpa no
es de Dios. Con mucha frecuencia es nuestra por no esperar grandes cosas. Y la
falta de grandes esperanzas es falta de fe.