domingo, 20 de diciembre de 2015

EL MUNDO ENTERO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA

De las Homilías de san Bernardo, abad, Sobre las excelencias de la Virgen Madre
(Homilía 4, 8-9: Opera omnia, edición cisterciense 4 [1966], 53-54)





EL MUNDO ENTERO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA
Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia.

En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve respuesta, seremos renovados y llamados nuevamente a la vida.

Virgen llena de bondad, te lo pide el desconsolado Adán, arrojado del paraíso con toda su descendencia. Te lo pide Abraham, te lo pide David. También te lo piden ardientemente los otros patriarcas, tus antepasados, que habitan en la región de la sombra de muerte. Lo espera todo el mundo, postrado a tus pies.

Y no sin razón, ya que de tu respuesta depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza.

Apresúrate a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel, mejor dicho, al Señor, que te ha hablado por medio del ángel. Di una palabra y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al que es la Palabra divina, profiere Una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.

¿Por qué tardas?, ¿por qué dudas? Cree, acepta y recibe. Que la humildad se revista de valor, la timidez de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal olvide ahora la prudencia. Virgen prudente, no temas en este caso la presunción, porque, si bien es amable el pudor en el silencio, ahora es más necesario que en tus palabras resplandezca la misericordia.

Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al Creador. Mira que el deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces, con dolor, volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento. Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

martes, 8 de diciembre de 2015

La Comunidad


Descubriendo su sabor
Cuando somos niños comenzamos a probar nuevos alimentos, descubrimos, su color, su textura, su olor y su sabor. Algunos son dulces, otros más, salados, agrios, ácidos, otros combinados entre sí. Descubrimos toda una gama de sabores que nos nutren.
Algo parecido ha sucedido con este tiempo que llevamos viviendo en comunidad. Día con día vamos descubriendo ese sabor de la comunidad que nos nutre. Mis hermanos y yo nos hemos aventurado a dejar cada quien nuestros proyectos, cada uno venimos de casas diferentes, de regiones diferentes, de trabajos diferentes, y nos hemos atrevido a vivir en comunidad. Donde es necesario desaprender aquellas lecciones que nos enseñan muchas personas, que piensan que hay que sobresalir, a costa de hacer menos a los demás, o buscar el “éxito” a como dé lugar.
Y a todo esto, ¿se podrá saborear la comunidad? ¿A qué sabe? ¿Será cierto que nutre? ¿Cuál es su textura, cuál su olor?
La comunidad sabe, huele y se siente a misericordia. Sus principales nutrientes son la escucha, la comprensión, la aceptación incondicional, la tolerancia, el respeto, la fraternidad, entre muchos otros. No es un sabor demasiado dulce, porque empalagaría; ni ácido, ni agrio. Su sensación es la de la compañía, el buen humor, el silencio, la empatía. Quizá al principio puede ser muy ácida, o muy amarga; como cuando comenzamos a descubrir los sabores en nuestro paladar;  es cuestión de ir descubriendo y dejarnos sorprender por su sabor para que nos nutra al dar y recibir misericordia. Es entonces cuando comenzamos a dejarnos nutrir por el hermano, por su historia, sabiendo que es un libro abierto que tiene mucho por enseñarme. También descubro su sabor cuando veo, siento y escucho a Dios en el hermano. Además puedo dar lo mejor de mí, sin necesidad de sobre salir, o buscar mi éxito, sino para aportar a mi comunidad. Ese es su sabor, la misericordia.

A propósito del Año Jubilar de la Misericordia, que como Iglesia comenzamos éste día 8 de Diciembre es un buen pretexto para comenzar a descubrir la misericordia que el Padre ha tenido para con nosotros y así poder vivir la misericordia, para nutrirnos y nutrir a los demás. Ahí donde te encuentras y te mueves, en tu casa, en la escuela, en tu trabajo, en tu parroquia, y desde luego tú, deléitate en la Misericordia que tu Padre tiene para ti. 

Maximiliano Lemas Valencia