Descubriendo
su sabor
Cuando
somos niños comenzamos a probar nuevos alimentos, descubrimos, su color, su
textura, su olor y su sabor. Algunos son dulces, otros más, salados, agrios, ácidos,
otros combinados entre sí. Descubrimos toda una gama de sabores que nos nutren.
Algo
parecido ha sucedido con este tiempo que llevamos viviendo en comunidad. Día
con día vamos descubriendo ese sabor de la comunidad que nos nutre. Mis
hermanos y yo nos hemos aventurado a dejar cada quien nuestros proyectos, cada
uno venimos de casas diferentes, de regiones diferentes, de trabajos
diferentes, y nos hemos atrevido a vivir en comunidad. Donde es necesario
desaprender aquellas lecciones que nos enseñan muchas personas, que piensan que
hay que sobresalir, a costa de hacer menos a los demás, o buscar el “éxito” a
como dé lugar.
Y a
todo esto, ¿se podrá saborear la comunidad? ¿A qué sabe? ¿Será cierto que
nutre? ¿Cuál es su textura, cuál su olor?
La
comunidad sabe, huele y se siente a misericordia. Sus principales nutrientes
son la escucha, la comprensión, la aceptación incondicional, la tolerancia, el
respeto, la fraternidad, entre muchos otros. No es un sabor demasiado dulce,
porque empalagaría; ni ácido, ni agrio. Su sensación es la de la compañía, el
buen humor, el silencio, la empatía. Quizá al principio puede ser muy ácida, o
muy amarga; como cuando comenzamos a descubrir los sabores en nuestro paladar; es cuestión de ir descubriendo y dejarnos
sorprender por su sabor para que nos nutra al dar y
recibir misericordia. Es entonces cuando comenzamos a dejarnos nutrir por el
hermano, por su historia, sabiendo que es un libro abierto que tiene mucho por
enseñarme. También descubro su sabor cuando veo, siento y escucho a Dios en el
hermano. Además puedo dar lo mejor de mí, sin necesidad de sobre salir, o
buscar mi éxito, sino para aportar a mi comunidad. Ese es su sabor, la
misericordia.
A
propósito del Año Jubilar de la Misericordia, que como Iglesia comenzamos éste día 8 de Diciembre es un buen pretexto para comenzar a descubrir la
misericordia que el Padre ha tenido para con nosotros y así poder vivir la
misericordia, para nutrirnos y nutrir a los demás. Ahí donde te encuentras y te
mueves, en tu casa, en la escuela, en tu trabajo, en tu parroquia, y desde
luego tú, deléitate en la Misericordia que tu Padre tiene para ti.
Maximiliano Lemas Valencia
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