martes, 8 de diciembre de 2015

La Comunidad


Descubriendo su sabor
Cuando somos niños comenzamos a probar nuevos alimentos, descubrimos, su color, su textura, su olor y su sabor. Algunos son dulces, otros más, salados, agrios, ácidos, otros combinados entre sí. Descubrimos toda una gama de sabores que nos nutren.
Algo parecido ha sucedido con este tiempo que llevamos viviendo en comunidad. Día con día vamos descubriendo ese sabor de la comunidad que nos nutre. Mis hermanos y yo nos hemos aventurado a dejar cada quien nuestros proyectos, cada uno venimos de casas diferentes, de regiones diferentes, de trabajos diferentes, y nos hemos atrevido a vivir en comunidad. Donde es necesario desaprender aquellas lecciones que nos enseñan muchas personas, que piensan que hay que sobresalir, a costa de hacer menos a los demás, o buscar el “éxito” a como dé lugar.
Y a todo esto, ¿se podrá saborear la comunidad? ¿A qué sabe? ¿Será cierto que nutre? ¿Cuál es su textura, cuál su olor?
La comunidad sabe, huele y se siente a misericordia. Sus principales nutrientes son la escucha, la comprensión, la aceptación incondicional, la tolerancia, el respeto, la fraternidad, entre muchos otros. No es un sabor demasiado dulce, porque empalagaría; ni ácido, ni agrio. Su sensación es la de la compañía, el buen humor, el silencio, la empatía. Quizá al principio puede ser muy ácida, o muy amarga; como cuando comenzamos a descubrir los sabores en nuestro paladar;  es cuestión de ir descubriendo y dejarnos sorprender por su sabor para que nos nutra al dar y recibir misericordia. Es entonces cuando comenzamos a dejarnos nutrir por el hermano, por su historia, sabiendo que es un libro abierto que tiene mucho por enseñarme. También descubro su sabor cuando veo, siento y escucho a Dios en el hermano. Además puedo dar lo mejor de mí, sin necesidad de sobre salir, o buscar mi éxito, sino para aportar a mi comunidad. Ese es su sabor, la misericordia.

A propósito del Año Jubilar de la Misericordia, que como Iglesia comenzamos éste día 8 de Diciembre es un buen pretexto para comenzar a descubrir la misericordia que el Padre ha tenido para con nosotros y así poder vivir la misericordia, para nutrirnos y nutrir a los demás. Ahí donde te encuentras y te mueves, en tu casa, en la escuela, en tu trabajo, en tu parroquia, y desde luego tú, deléitate en la Misericordia que tu Padre tiene para ti. 

Maximiliano Lemas Valencia

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