El que haya nacido en una iglesia y para una
Iglesia que se encontraba desconcertada por un mundo en transformación.
Comprendamos
que la orden nace en una época donde la sociedad comenzaba una
transustanciación en su manera de ser y de hacer. El régimen feudal comenzaba a
ser obsoleto y las grandes ciudades estaban en pleno auge; la gente comenzaba
también a tener un desprecio creciente por la espiritualidad monástica, debido
a que su predicación era muy ajena a la nueva forma de vida del hombre gótico;
y se comenzaba a gestar una crítica fuerte a la forma en que los jerarcas
eclesiales vivían, es decir, la gente comenzaba a ser consiente de los abusos
de obispos y sacerdotes que llevaban una vida poco evangélica. Con este cambio, la concepción del hombre
cambia, pues ya no se percibía al hombre como una unidad que forma parte de un
conjunto de otras personas, sino que se comienza a concebir como ser libre e
individual. Los monjes, que eran la
fuente espiritual de ese tiempo, no podían dar respuesta a estos cambios debido
a que su concepción teológica está muy ligada al sistema feudal. La gente
comenzaba a alejarse de la Iglesia porque la sentían ya superada e infecunda
para satisfacer sus necesidades. Es ante esa necesidad donde surgen las órdenes
mendicantes.
El
despertar evangélico es el impacto que se produce cuando el mundo cambia,
cuando la iglesia se siente superada por haber estado ligado al viejo sistema.
La Orden de predicadores no busca el fugii mundii, como lo siguen practicando
los monjes, sino se predica una teología de la encarnación. Esta nueva visión
que tiene Santo Domingo de la figura de Jesucristo tiene la misión de no
temerle al mundo, sino saber mezclar a la Iglesia con el mundo. Es decir, no
mundanizar a la Iglesia, sino que la Iglesia entre al mundo para escuchar sus
dolores, y así saber saciar sus necesidades.
Así, como lo hizo Dios en la persona de Jesús, la Orden de predicadores
se sumerge en el mundo y asume lo que hay en él. Pues entendieron y entienden,
que una Iglesia con amurallada y alejada del pueblo, no puede construir el
reino de Dios en el mundo que se busca evangelizar. Ya Chenu había señalado un
principio necesario que debe recordarse siempre para esta tarea del dialogo con
el mundo: “El dogma no cambia, pero tiene una actualidad en su presentación, y
también una modernidad en los medios para estudiarlo”