¿Resignación o aceptación?
¿Hacia dónde me dirijo?
El
día de hoy la Iglesia nos propone un momento especial para hacer memoria de
aquellos que en fe, sabemos han sido llamados a la presencia del Padre y
quienes ya no están físicamente entre nosotros.
Cuando un ser querido muere, o
acompañamos a otras personas, por tradición o por costumbre solemos decir y
desear a los demás una “pronta resignación”, incluso en nuestras oraciones
pedimos por ello. Muy probablemente si tu también te has enfrentado a la muerte
de un familiar o alguien cercano haz pedido o quizás luchado por una pronta
resignación.
Curiosamente ni es pronta ni es
resignación lo que necesitamos. Cuando tú y yo hacemos frente a la muerte de
nuestros seres queridos, comenzamos a recorrer un camino con varias etapas
llamado duelo, el cual se va elaborando con el tiempo y éste dependerá del
vínculo que construimos con la persona que murió. Espero en una próxima
publicación compartirte acerca de lo que es el duelo.
Por eso hoy que celebramos a nuestros
seres queridos difuntos te invito a pasar de la resignación a la aceptación.
Ciertamente la resignación es un sentimiento que nos lleva a agachar la cabeza,
a tragarnos el amargo dolor y a vivir doblegados por emociones y sentimientos
que no nos hacen libres, mucho menos felices. La resignación es querer tapar
una herida, sin brindarle ningún tipo de cuidados, esto al final provocará que
la herida se infecte y no sane, al contrario la agrava. Es también como si
quisiéramos tapar una olla de presión, donde hierven un sinfín de emociones y
sentimientos que al final harán que la olla explote. Muy seguramente explotará
en forma de una enfermedad, depresión, tristeza profunda, en coraje, enojo,
resentimiento. La aceptación en cambio
es: voltear a ver la herida, prestarle atención, contemplarla, brindarle los
cuidados necesarios y con el tiempo hacer sanar esa herida.
Si tú estás viviendo el duelo por un ser
querido, te invito a que te pongas de pie y paso a paso comiences a caminar con
rumbo a la aceptación, que esos sentimientos que hierven dentro de ti poco a
poco los liberes y les des salida; compártelos, el camino acompañado será más
ligero. El dejarte acompañar no será signo de debilidad, sino de hacerte
escuchar, de compartir tus sentimientos y de ser comprendido y amado. Habla,
comparte, recuerda, llora, ora. Y así entonces poco a poco tu dolor se
convertirá en agradecimiento, por aquellos momentos compartidos, por la vida de
tu ser querido, por el amor que le tienes y por todo aquello que te enseñó.
En este día que hacemos memoria de tolos los
que han muerto en Cristo Jesús y esperan la resurrección, (cfr. Rm 6, 8-9) ya
no pidas ni busques una pronta resignación, mejor dirígete a una aceptación. Es
importante que tengas presente que no se da de la noche a la mañana, a algunos
les tomará meses, a otros años y a otros quizá mucho tiempo más, pero eso sí,
no dejes de buscarla, esto te hará libre, podrás vivir pleno y tranquilo,
agradecido con Dios y con quien murió.
Deseo que nuestro Dios que es un Dios de vivos
y no de muertos, (cfr. Lc 20, 38) te acompañe y consuele en este día en que
recordamos la vida que compartimos con los que murieron y esperamos hoy gocen
de contemplar al mismo Dios y que ellos intercedan por nosotros.
Maximiliano
Lemas Valencia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario