martes, 10 de noviembre de 2015

EL MISTERIO DEL MAS ALLÁ

EL MISTERIO DEL MAS ALLÁ

 Reflexión inspirada en las conferencias del R.P. Fr. Antonio Royo Marín, O.P.Este tema a reflexionar, sobre todo  en este mes de noviembre es importante por tres razones a saber:



En primer lugar por su trascendencia soberana. Ante él, todos los demás problemas que se pueden plantear a un hombre sobre la tierra, no pasan de la categoría de pequeños problemas sin importancia. No espero invocar una conversación tenida con intelectuales. Salgan simplemente a la calle. Pregunten a ese obrero que se dirige a su trabajo:

¿A dónde vas? Te dirá: ¿yo?, a trabajar. ¿Y para qué quieres trabajar? Pues para ganar un salario. Y el salario, ¿para qué lo quieres? Pues para comer. ¿Y para qué quieres comer? Pues…, ¡para vivir! ¿Y para qué quieres vivir? Se quedará estupefacto creyendo que te estás burlando de él. Y en realidad, queridos lectores, la última pregunta es definitiva: ¿para qué quieres vivir?, o sea, ¿cuál es la finalidad de tu vida sobre la tierra? No me interesa tu nombre y tu apellido como individuo particular: ¿quién eres tu como creatura humana, como ser relacional? ¿por qué y para qué están en este mundo?, ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, ¿qué será de ti después de esta vida terrena?, ¿qué encontrarás más allá del sepulcro?
Queridos lectores: éstas son las preguntas mas trascendentes, el problema más importante que se puede plantear una persona sobre la tierra es el de saber sobre su propio destino.

Una segunda razón es la  eficacia sobrenatural para orientar a las almas en su camino hacia Dios.

En tercer lugar, es conveniente tener presente su palpitante actualidad. No hay más que contemplar el mundo, para ver de qué manera camina desorientado en las tinieblas por haberse puesto voluntariamente de espaldas a la luz.

No basta que los gobiernos se unan para luchar contra tanta violencia, que se organicen asambleas internacionales. No lograrán poner en orden al mundo sino hasta que se arrodillen ante Cristo, ante aquel que es la luz del mundo; hasta que plenamente convencidos todos de que por encima de todos los bienes terrenales y de todos los egoísmos humanos es conveniente ver por la salvación de las almas, ello poniendo en práctica, en todas las naciones del mundo, los diez mandamientos de la ley de Dios. Con esta sola medida se resolverían automáticamente todos los problemas nacionales e internacionales que tienen planteados los seres humanos de hoy; y sin ella será absolutamente inútil todo cuando se intente.

Precisamente porque el mundo de hoy no se preocupa de sus destinos eternos, porque no se habla sino del petróleo, de la globalización. En el horizonte cercano aparecen negros nubarrones que, sino volvemos a poner a Dios en nuestras vidas, entonces nos seguiremos encaminaremos a un desastre apocalíptico….
                                                                      
                                                                       Fr. Juan Manuel Raya Rubio, O.P.


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