2. DEVOCIÓN A LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA O LA DIVINA INFANTITA
El pasado 8 de septiembre, celebramos un acontecimiento por el cual la Iglesia se llena de gozo y da esperanza a los que pertenecemos a ella, se trata de la Natividad de la Santísima Virgen María, este hecho aunque no está expresamente mencionado en las Sagradas Escrituras, forma parte de la tradición de la Iglesia.
María nacida en el ceno de una familia amorosa, compuesta por Joaquín su padre y Ana su madre, en la cual la Santa Infanta encontró los valores y principios que le fueron gratos a los ojos de Dios por lo cual la eligió para que de ella naciera el que vendría a redimir al hombre de su pecado, de esta tierna niña ya convertida en mujer Dios haría de posar su Santo Espíritu para que se engendrara en su vientre su único hijo amadísimo y habitara entre nosotros siendo verdadero Dios y verdadero hombre.
Es natural que los niños imiten los actos de los mayores, pero la niña santa no ve los defectos del hombre y obra según su corazón y así vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres y mujeres que habían perdido la filiación divina. María nunca peco, nunca conoció la maldad, sino fue Dios quien por infusión le hace conocer la maldad de los actos del hombre.
Origen de la Devoción de la Divina Infantita
La Niña Virgen o Divina Infantita tiene sus orígenes de devoción en el convento de San José de Gracia en la capital de la ciudad de México en el siglo XIX. Se le atribuye su veneración a la monja Concepcionista Sor Magdalena de San José.
Un día 6 de enero de 1840, durante los festejos de los Santos Reyes, Sor Magdalena ante el pesebre del Niño Dios se pregunto: ¿Por qué a la Madre de Dios no se le celebraba su nacimiento como a su Hijo Jesús?
Y mientras reflexionaba acerca de cómo alabar a la Santísima Virgen Niña, Ella se le apareció recién nacida con un vestido de luces, sobre unas nubes, recostada y escuchó que decía:
"CONCEDERÉ TODAS LAS GRACIAS QUE ME PIDAN LAS PERSONAS QUE ME HONREN EN MI INFANCIA, PUES ES UNA DEVOCIÓN MUY OLVIDADA".
Conmovida por tan inexplicable evento comenzó a comunicarlo a su comunidad, su corazón sintió la alegría de venerarla por lo que pidió permiso a la madre Guadalupe de San Lorenzo para que se realizará una advocación de la aparición que había presenciado y así cumplir con el deseo de devoción de la Santísima Virgen Niña. Sin embargo la superiora resistiéndose, y probando si la aparición no fue un delirio de Sor Magdalena, decidió hacer caso omiso del hecho, pensando si fuese autentica la intensión de la Santísima Virgen insistiría con su advocación.
Por lo que días después, mientras Sor Magdalena hacia sus labores de limpieza encontró una cabecita de un ángel que se había desprendido del sagrario. La tomo y la llevo a la madre superiora para le autorizara realizar la imagen de la Divina Infantita con la cabecita del ángel, después de la insistencia la abadesa le concedió el permiso, llamaron a un buen escultor, explicándole como era la aparición que ella había visto. La imagen quedo preciosa y radiante tal cual la había visto durante su visión.
La Madre Magdalena llena de entusiasmo y de júbilo la llevo a bendecir y a promover el culto Santísima Virgen Infantita, dando a conocer los deseos de alabanza que la Virgen Niña le había pidió a Sor Magdalena.
Para confirmar el beneplácito del Altísimo, necesaria era la contradicción y ésta vino por parte de la Autoridad Eclesiástica, la cual prohibió ésta nueva devoción. La religiosa, acudió a Roma, alcanzando de su Santidad, el Papa Gregorio XVI, no sólo que aprobara la devoción, sino que la enriqueciera con indulgencias. Se imprimieron novenas, oraciones, triduo, día ocho y otras devociones, como el Opúsculo para imponer la cadena y consagrarse esclavos de la Divina Infantita de María, el cual está indulgenciado por varios señores Obispos.
Por tanto es de gran conveniencia venerar el nacimiento de la Gran Madre de Dios y meditar en nuestro corazón la gran misericordia de Dios hacia nosotros poniendo a María como primer eslabón y puente de la salvación del género humano. María en su tierna infancia nos invita a ser inocentes y puros de corazón, a no ver la maldad de los actos humanos y a ser compasivos con los que nos rodean.
Trata de recordar cuándo fue la última vez que te hiciste como niño y sentiste la alegría y espontaneidad que es propia de los infantes y abrigaste el gozo de amar y sentirte amado por los que te rodean. Recuerda aquella vez en la que estando triste y cabizbajo experimentaste el cobijo de un ser amado y recuperaste la confianza y el ánimo.
Así pues trata de albergar siempre en tu corazón la alegría, ternura, inocencia y pureza de los niños a ejemplo de la Santa Infantita que en este día nos recuerda el amor filial de Dios y la promesa de darnos la salvación.
Por Daniel Hernández Salinas